Lo descubrí una fría mañana de otoño. La del 23 de octubre del 96, en concreto.
Volvía a casa de una fiesta a la que me habían prohibido ir. ¿Qué palabra, eh? Prohibir.
Recuerdo esa mañana porque ya casi estaba sobrio. Lo que pasó antes, es algo que la experiencia me ha enseñado a no querer recordar.
El caso es que hacía frío y no tenía la cazadora con la que salí de casa dos días antes.
Cuando llegué a casa me pareció la misma discusión que otras veces y como de costumbre, me fui directo a mi habitación.
Ese día me lo llamaron por primera vez: "Eres un bala perdida", me dijeron, y las palabras se quedaron grabadas en mi mente.
Me lo dijeron con una contundencia y una dureza que hice una maleta cogiendo lo primero que vi y no volví a pisar aquella casa.
En mis horas de vagabundo a tiempo parcial, reflexioné mucho sobre el tema.
La real academia o lo que sea, define una bala perdida como una bala disparada sin objetivo fijo, por lo que su destino puede ser impredecible. En las personas viene a ser alguien sin mucha moral que puede hacer daño a quienes le rodean. ¿Y qué?, pensaréis.
Es lo mismo que pensé yo y he aquí mi conclusión:
Me llamo Ezequiel, soy un bala perdida y no me importa.
Talvez ahora no le importa, pero... ¿y de aquí unos años? Espero que tampoco. Un beso, me encantó.
ResponderEliminarBienvenido, Ezequiel. ;)
ResponderEliminarMe ha gustado Ezequiel :)
ResponderEliminarMuáá
Qué valiente compartir tus historias con nosotros. Gracias.
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