El comienzo de todo (parte II)


Pasó por delante de una tienda y tras echar un vistazo al escaparate, entró decidida a comprar lo que seguro sería una sorpresa para alguien.

Si te fijas un poco en ella, o si tienes la oportunidad de verla un poco más, te habrías fijado en que ella siempre se viste con clase.

Normalmente algo negro, cómodo, ideal para cualquier situación a la par que elgante. Siempre con sus tacones altos y su forma de caminar con ellos, atrayendo todas las miradas.
Nadie se fijaba en esas cosas y ella lo sabía.
Para ellos sólo era un cuerpo caliente para echar un polvo.
Arrancaban su ropa con lujuria, más de una vez había perdido un botón de sus camisas favoritas, casi no le importaba.

Una vez conoció a alguien que la acariciaba suavemente mientras le quitaba la ropa, la miraba con cariño y acariciaba su cara antes de darle un beso, dulce, húmedo y caliente, pero con pasión.

Ese chico, después de hacerle el amor como nunca nadie se lo había hecho, se quedó a dormir a su lado.
Ella le dio la espalda, esperando que se fuera, pero no lo hizo. La rodeó con su brazo por debajo de las sábanas y su mano se acomodó junto a la suya, se inclinó y sintió cómo le daba un beso en la mandíbula y le daba las buenas noches.

A menudo le asaltaba el recuerdo atormentador de aquella noche, la primera vez que se acostó con él ni siquiera le conocía, pero después los dos empezaron a sentir mucho más.

A la mañana siguiente cuando despertó, el chico estaba acariciando su pelo y tenía una sonrisa preciosa, pero eso ella ya lo sabía.
- Hola –dijo el chico dulcemente.
- Hola – susurró ella. Él seguía recorriendo su cuello con sus suaves dedos.
- mmm, ¿has dormido bien? – le pregunto ella.
- sí, muy bien - susurró mientras se acercaba a ella y besaba suavemente su cuello, su mandíbula hasta llegar a sus labios, que le esperaban impacientes por notar ese roce que tanto le hacía estremecer.

Es casi curioso cómo después de ese beso se quedó quieta, mirándole tranquilamente, sin preocuparse de nada más. En ese momento pensó: "¿habré encontrado a quien puede calmar mi fuego interno?"

Él le daba tranquilidad, en su forma de mirarla, acariciarla y la forma encantadora en la que le decía que era preciosa.
Lo decía desnudo, en su cama, sin apenas espacio entre ellos, lo decía después de haberla amado, después de haber bebido de ella hasta la saciedad y pudo ver la verdad en sus ojos.
Esos ojos verdes, felinos.

1 comentario:

  1. A lo mejor él es el unico que realmente puede avivar su fuego interno.
    Estoy segura de que ella necesita que esos ojos verdes la miren hasta que el mundo diga basta.
    Es increíble, de verdad :) Me encanta, me encanta, me encaaaaaaaaaaaanta!
    Un besito :D

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