Me despertó un rayo de sol, raro en aquella época del año, pero igualmente agradecido.
Aún era temprano. Salí de casa pensando en bajar al pueblo y terminar el artículo. 

 
Apenas había cambiado. Las mismas calles, las mismas tiendas, la misma gente. Debo añadir que el sol de aquel día le daba un aspecto encantador.
Había restos de los adornos del carnaval. Deambulé por las calles y no tardaron mucho en reconocerme y preguntar por mi repentina vuelta a casa.
 

Entré en una cafetería nueva esperando encontrar algo de tranquilidad. Encendí el portátil y me puse a trabajar. Tenía que corregir un par de artículos, no soportaría estar allí sin nada que hacer.
 

Estaba cansado, había dormido mal por culpa de aquel libro. Entre mis divagues algo me llamó la atención fuera de la cafetería.
Ellie Silverston.
 

Ellie vivía en la mansión de al lado. Habíamos sido grandes amigos de niños. Jugábamos en el lago y por las noches nos veíamos desde la ventana del ático. Era encantadora.
Años después empezamos a salir juntos y lo nuestro terminó el día que me fui. Debí haberme despedido aunque de haberlo hecho, ella hubiera encontrado la forma de hacer que cambiara de idea.
 

Siempre sabía qué decir. Por muy mal que fueran las cosas, yo sabía que siempre estaría  ahí. Qué equivocado estaba.
Me obligué a apartar la vista de ella y concentrarme en la pantalla. No quería que me   viera. Aún no.
 

Las nubes empezaron a cubrir el cielo  cuando  volvía a casa. No lo consideré una  señal, lo raro  era ver el sol.
 
Bajé del coche y vi que Ellie también  acababa de  llegar.
Estaba mirándome, seguramente sorprendida al verme y a la espera de que me acercara.

Imagen de: Ms.Cyanide
- Ellie, cuánto tiempo.- dije mientras la   estrechaba entre mis brazos.
- Matt, ¿cómo estás?

Me lo preguntó con desgana mientras se deshacía de mi abrazo. No  pude adivinar lo que ocultaba  su voz.

- Bastante bien. Ahora soy periodista. ¿Recuerdas cuando de niños decía que quería viajar?
- Claro. Siempre se te dio bien huir. Perdóname, tengo que irme.
- Llámame si quieres hablar.- Dije alzando la voz. 

No entendí por qué se había comportado así.
Ya no era la Ellie que yo conocí. "Supongo que todo el mundo cambia" pensé.
 
Durante la cena les comenté mi breve encuentro con Ellie.
Mi madre me dijo que se fue poco después de que lo hiciera yo, cuando sus padres murieron repentinamente.

 
- Desde su vuelta se ha comportado de una forma muy extraña. 

 
Me sentí fatal por lo que sucedió esa mañana. Al día siguiente intentaría arreglarlo.

11 comentarios:

  1. ¿Qué le habrá pasado a Ellie?
    Me dejas con ganas de más ;)

    ResponderEliminar
  2. Yo quiero leer la siguiente parte ya :P

    ResponderEliminar
  3. Cuando era niño siempre que me reencontraba con alguna amistad que no veía hacía tiempo , había ése choque de querer estar indiferente o pasar inadvertido; ahora alleer tu relatolo he sentido clarísimo.Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Ese extraño tan raro es demasiado extraño y demasiado raro. Quizá no puedas desquiciarte con su presencia, pero siempre puedes desquiciarte leyendo su (mi) blog.
    ~
    Matt es tonto por no despedirse.

    ResponderEliminar
  5. Pobre Ellie. Que él intente arreglarlo, claro que sí. A fin de cuentas, fue él el que se marchó sin despedirse.


    Una bolsita llena de sugus de manzana.

    ResponderEliminar
  6. Dan ganas de leer lo siguiente!
    Me gustó tu blog, te sigo!
    Pásate por el mío si quieres.
    Un besito!
    http://luzcontigo.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  7. La gente no cambia, es la vida la que nos fuerza a cambiar. La que aveces no deja respirar al corazón, y otras nos regala maravillas.

    Que interesante está =)

    ResponderEliminar
  8. Entiendo que Ellie esté dolida, pero parece que hay algo más profundo que está escondiendo...
    ¡Más, más, más!
    Un beso :)

    ResponderEliminar
  9. Te podrías plantear publicar algo.
    Gustarías seguro.

    Un besote!

    ResponderEliminar