Me dijo que lo habían dejado, que no le daba lo que ella necesitaba.
Por aquel entonces me había mudado a un piso de alquiler con vistas al mar. Creo recordar que una vez me dijo que le gustaba el mar.
Había dejado al de los globos y estaba con otro. Uno que le regalaba cosas caras a cambio de conservarla en su cama. Y joder cómo lo entendía, si hubiera tenido pasta yo hubiera hecho lo mismo.
Siempre iba sin avisar, sin importar lo que estuviera haciendo.
Que si acababa de llegar del trabajo, que si estaba con alguien, que si me estaba vistiendo; a ella le daba igual. Me arrastraba a la cama y nos pasábamos allí horas.
En la cama, casi nunca abrazados, la única vez fue cuando murió su tortuga, fumando, cruzando algunas palabras de vez en cuando. Luego abandonaba nuestra conversación y perdía la vista en el mar de mi ventana.
Era como estar en nuestro propio mundo, uno solo nuestro donde no importaba nada más.
Era como ser feliz durante el tiempo que estuviera en casa y volver a la miseria en cuanto se iba.
Segundos de felicidad pesan más que no conocerla nunca. Pero, es triste. Beijinhos.
ResponderEliminarSupongo que prefiere esa felicidad a la nada.
ResponderEliminarMe gusta la parte de la tortuga, no porque se muera si no, la forma en la que me imagino la situación en mi cabeza. :)
Muaaa