Casi siempre suelo decir que busco algo más que sexo en un hombre. Tal vez no lo diga o lo practique tan a menudo como quisiera.
No era interesante, no era divertido, no era un misterio. Era simple, rozando el patetismo y pasando por la desesperación. Piropos vacíos solo para asegurarse el polvo de cinco minutos.
Con un día fue suficiente. No había nada en él que despertara mi curiosidad.
Solo mi piel reaccionó a sus caricias, solo mi cuerpo echa en falta el calor de su abrazo húmedo.
Una experiencia más y no solo por lo obvio.
Para comprenderlo, tal vez tenga que empezar por decir cómo nos conocimos.
Nos conocimos a través de internet. Tenía y sigue teniendo cierto morbo conocer a alguien de esta forma. Entra en juego la imaginación, los juegos de palabras y las insinuaciones, algo a lo que, admito, soy adicta.
Reconozco que me decepcionó a medida que se sucedían los días y nuestras insípidas charlas.
Siempre habíamos hablado sin tapujos; lo que nos gusta, lo que no, lo que haríamos estando juntos. Como era inevitable, quiso conocerme. Como era de esperar, me pudo la curiosidad.
Acepté quedar con él y aún hoy no me arrepiento. Cierto que podría ser arriesgado, cierto que eso nunca me importó.
Aprendí que la cobardía no es una opción, que si dejas pasar el tren, tal vez no vuelva.

2 comentarios:

  1. Únicamente hay que tener buenos reflejos para que el tren no te pase por encima.

    Besos con billete

    ResponderEliminar
  2. O tener la buena suerte de que el tren no descarrile. La adicción y el morbo siempre puede.

    :)

    ResponderEliminar