Nadie la apoyaba. Todos se preguntaban qué podía ver en aquel chico.
Ella tampoco tenía una respuesta y eso no hacía más que aumentar su interés por él.
Quería acercarse con cualquier excusa, un saludo cordial en medio de un pasillo abarrotado, una sonrisa en medio de la cena.
Quería compartir un cigarro con él, ver de cerca lo inquieto que era.
Lo que los demás no sabían es que en su cabeza ya lo conocía a la perfección.
Sabía lo que pensaba, cómo pronunciaba las palabras, esas miradas cómplices y puede que hasta un sentimiento en el aire.
Nada era real, pero a ella no le importaba.
Prefería pensar que la esperaba cada día para acompañarla a casa, que compartían noches cinéfilas con discusiones incluidas.
Era más fácil que recorrer el camino sola y ver películas en otras compañías.
Lo cierto es que cuanto más lo pensaba, más curiosidad tenía y junto a esa curiosidad, también había dudas y con ellas, llegaba el miedo.
Miedo a que si le conocía de verdad, pudiera dejar de gustarle.

6 comentarios:

  1. ¿La posible decepción o la eterna duda? Si nunca se materializa tendemos a idealizar las cosas. Leerte a ti, es leer mis pensamientos. ;)

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  2. Es un problema. Aunque, por mí, me dejaba de miedos y lo intentaba; así no hay que arrepentirse de lo que no hiciste. :)

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  3. Me identifico mucho.. Te ha quedado genial..
    Un beso! :)

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  4. Bueno.. no le queda otra que arriesgarse, aunque ello conlleve a perderle.
    Muaaa

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  5. Es bastante bueno, ¡me gusta!
    ¿No tiene miedo de que él la rechace? Es muy curioso ese desenlace, pensé que lo que le aterraría sería el hecho de no ser correspondida.

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  6. Pero quién no apuesta, no gana. Eso dicen y yo lo secundo.
    Me he animado a dejar de esta de incógnito. A ver si vienen tiempos mejores.
    Un abrazo.

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