Todo tiene un final

Eran como una sola persona.
Les gustaban las mismas cosas y para qué mentir, a las chicas siempre les atraen los chicos malos.
Aún recuerdo cuando la esperaba después de clase, en la esquina de aquel parque.
Él nunca faltaba a su cita, aunque estuviera lloviendo, él siempre la esperaba.
Todavía me parece ver ese brillo en sus ojos cuando lo veía. Su profunda mirada y su pícara sonrisa siempre la volvieron loca.
Una vez, en aquella casita de verano, salieron a correr bajo la lluvia, se quitaron los zapatos y sintieron la hierba bajo sus pies.
Con un beso él hacía que desapareciera todo y sólo quedaban ellos, sus labios y las gotas de agua recorriendo sus rostros.
Y hasta aquí puedo recordar su breve aunque intensa historia, pues lo que viene a continuación no es apto para todos los públicos.
Las miradas se volvieron turbias, la picardía se transformó en maldad, las sonrisas desaparecieron y las gotas de lluvia se clavaban como puñales.
No todas las historias tienen un final feliz, y lo único que queda de ellas es el recuerdo de lo que un día fue.
Espero que la pareja que ahora acupa aquel banco del parque, tenga momentos más felices que recordar.



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Inmóvil como una estatua. Observando todo lo que ocurre a tu alrededor.
La gente no repara en ti, apenas saben que existes si no es para utilizarte, pero tú conoces sus vidas desde el mismo instante en el que pasan delante de ti sin mirarte.
Cuántas historias podrías contar si hablases.
El comienzo de una historia de amor, niños jugando, una madre con su hijo, las lágrimas de una pobre chica que caen sobre ti…
Y siempre estás ahí. El sol, la lluvia o la nieve no importan, porque siempre esperas, dormitando, a que pase por delante de ti esa historia única.
Siempre viendo los que otros no pueden: el dolor, la pena, el primer amor…
A veces me gustaría ser como tú, pero no puedo, tú ya conoces mi historia.

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