Acababa de salir de clase. Como era viernes, le dejaron hacer un dibujo libre y sin saber muy bien cómo, el tatuaje de aquella chica apareció en su mente.
Sin pensarlo, se puso a dibujar. Su mano parecía moverse sola, los trazos del carboncillo sobre el papel parecían ser sus dedos sobre la espalda de la chica.
Todas las noches que pasaba sin ella dibujaba su tatuaje una y otra vez, deseando poder volver a tocar su suave piel y pidiendo rozar una vez más sus dulces labios.
La había visto más de una vez, sabía que trabajaba de camarera en el Kaffé y que era actriz en el grupo de la escuela de Bellas Artes.
Sabía tanto de ella como los demás chicos que acudían a la cafetería solo para verla. Era realmente popular entre los estudiantes, pero él veía algo más detrás de sus ojos azules, había tristeza y dureza en ellos, y quería saber la razón.
Al acabar la clase apartó de su cabeza la imagen de la chica intentado volver al mundo real.
Sus amigos le estaban esperando en el banco, como de costumbre, y mientras discutían dónde ir esa noche, llegaron al Kaffé y entraron sin más, él en cambio, se quedo unos segundos paralizado por la idea de volver a verla y que ella no se acordara de él.
Un empujón de Rubén le sacó de sus pensamientos y entró.
Y como se suele decir, allí estaba ella, tan guapa, tan grácil en sus movimientos, esquivando los comentarios de algún indeseable.
Era rubia, tenían mechas moradas, varios pendientes y un tatuaje en la espalda.
Se podría decir que encajaba con el tipo de gente con la que trabajaba: tatuajes, piercings, peinados extraños...su mundo.
No fue ella la que les atendió, en cierto modo el chico de ojos verdes lo agradeció, no le hubiera gustado que la chica hubiera tenido que soportar las ocurrencias de sus amigos.
Estuvieron un buen rato allí sentados y él, como de costumbre, parecía estar a kilómetros de ellos.
Cuando se levantaron para irse, él se quedó atrás y cuando creía que no le veían, se acercó a la barra.
- Deberíamos salir. - le soltó sin más a la chica.
- ¿Qué? - contestó ella. No porque no le hubiera oído, sino porque se acordaba de él y las noches que compartieron.
- Si, ya sabes, salir por ahí, conocernos.....¿puedo invitarte a cenar?
- No se....me has pillado por sorpresa.
- ¿Te apetece salir esta noche?
- ¿Contigo?
- Bueno, si no quieres o tienes otros planes....- sonaba mucho más seguro de lo que realmente estaba.
La chica estaba dudando. Había quedado con sus amigas, como todas las noches, y de repente el chico con la sonrisa encantadora la invita a salir.
Tras unos segundos de silencio, que a él se le hicieron una eternidad, respondió.
- Esta noche iré al Central, podríamos vernos allí.
- Genial. Allí nos vemos.- dijo en tono de despedida.
Le dedicó una sonrisa encantadora y se fue.
Sus amigos le estaban esperando y no quería que empezaran a hacer preguntas.
Era demasiado pronto para hacerse ilusiones, pero al parecer, el chico de ojos felinos tenía una cita con la chica de labios color frambuesa.

1 comentario:

  1. Siempre hay un rinconcito en nuestro corazon, para esa primera cita llena de rubor y deseo.
    Recordamos una y otra vez la primera vez que aparecio ante nuestros ojos.
    Gracias por tus palabras y tu visita.

    Besos.

    Lunna.

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