Despúes de una ducha rápida y curar todas su heridas se metió en la cama.
Se tumbó del único lado del que su magullado cuerpo le permitía.
Álex tenía razón, las calles no son seguras y hay que ir con cuidado.
Mientras el sueño se apoderaba de ella deseó curarse lo antes posible para ver de nuevo al chico de ojos verdes.
Lo bueno que tiene que te hayan pegado durante toda tu vida es que los golpes ya no se notan tanto como antes, tu cuerpo y tu mente se acostumbran al dolor. 
Por eso ella ya no le tenía miedo al dolor físico.

2 comentarios:

  1. los dolores del corazón no se pueden disimular,
    ojalá el de los ojos verdes la ayude a sonreir :)

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  2. duro y bonito relato, bonita mezcla!¡.

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